Así nació la literatura en cada región de Europa: el pueblo componía esos poemas para distraerse y pasar el rato, tratando la gran mayoría de amor. En ese sentido, en la Península Ibérica aparecieron las jarchas en Al-Andalus (escritas en mozárabe); las cantigas de amigo en la zona de Galicia y Portugal; los villancicos en Castilla... Estos poemas estaban casi siempre protagonizados por una mujer que echaba de menos a su amado (o amigo).
Dichas canciones, aunque eran compuestas por el pueblo, fueron conocidas por todas partes gracias a los juglares. Estos eran unos profesionales que iban de pueblo en pueblo interpretando melodías con sus instrumentos musicales, haciendo juegos malabares y de habilidad y recitando esos poemas. De esta forma entretenían tanto al pueblo como a los nobles y se ganaban la vida. Es por ello que todos los poemas y canciones que los juglares se encargaron de hacer populares en la Edad Media (y que han llegado hasta nuestros días) conforman el denominado mester de juglaría.No obstante, los juglares no solo se centraban en la temática amorosa, sino que también se dedicaban a las fiestas, las cosechas, la primavera y, sobre todo, los héroes. La figura del héroe era crucial en aquellos tiempos. A fin de cuentas, eran personajes a los que todos podían admirar, dado que representaban sus mejores valores: la valentía, la fuerza, el honor, la destreza... Esos héroes, protagonistas de los cantares de gesta (nombre de las composiciones que hablaban de sus aventuras), era un ejemplo de lo grande que era su reino en comparación con sus enemigos y eso, en la Península Ibérica, tenía muchísimo valor. No en vano, todos los reinos existentes (Al-Andalus, Castilla, León, Portugal, Navarra, Aragón) estaban continuamente peleados entre sí.
En ese contexto surgió en Castilla una figura importantísima para el espíritu castellano, a saber, Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador. En realidad el Cid fue un mercenario que combatió por el que mejor le pagaba; pero, para los castellanos, que reconquistase Valencia fue una gesta sin precedentes que le dio fama y lo convirtió en una leyenda. Por eso, desde el siglo XII y hasta nuestros días, ha protagonizado películas, series de televisión, novelas, obras de teatro y poemas de toda clase. De todos ellos, el más famoso fue el 'Cantar del Mío Cid', composición anónima de 1207.
Veamos el siguiente resumen del argumento, para que conozcáis mejor la obra:
En este otro vídeo tenéis un resumen algo más extenso de este 'Cantar del Mío Cid':
Como habéis escuchado, esta obra se divide en tres partes o cantos:
* El Cantar del destierro, en el que el Cid es desterrado por el rey y, en consecuencia, deshonrado, debiendo recuperar su honor por medio de la guerra.
* El Cantar de las bodas, en el que el Cid conquista y defiende Valencia con éxito, recuperando la confianza del rey. El monarca, como recompensa, casa a las hijas del Cid con los Infantes de Carrión, dos nobles de buena posición.
* El Cantar de la afrenta de Corpes, en el que los Infantes, humillados por los hombres del Cid, se vengan de este dejando medio muertas a las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar en un campo. El Cid exige venganza y, en un duelo ante toda la Corte, se demuestra que los Infantes son unos cobardes y culpables del crimen. El rey Alfonso VI casa entonces a las hijas del Cid con los reyes de Navarra y Aragón.
Por supuesto, el Cid siempre saldrá bien parado de todas sus empresas. De hecho, acabará con más honor al final del cantar, con sus hijas convertidas en reinas (lo que no sucedió de verdad). A fin de cuentas, los héroes de los cantares de gesta jamás podían perder: era un ejemplo perfecto de todas las virtudes del pueblo y, en consecuencia, hasta el mismo Dios se pone de su parte para que triunfe en todo lo que haga. Y así lo proclamará el narrador en todo momento:
Mucha alegría cundió entre todos los cristianosque en esa guerra acompañan a Mío Cid bienhadado.
Ya le crecía la barba, mucho se le va alargando,
que había dicho Rodrigo cuando salió desterrado:
"Por amor del rey Alfonso, que de su tierra me ha echado,
no entre en mi barba tijera, ni un pelo sea cortado
y que hablen de esta promesa todos, moros y cristianos".
El Campeador está en Valencia descansando,
con él Minaya, que no se separa de su lado.
Sus vasallos más antiguos de riqueza están cargados.
A todos los que al salir del reino le acompañaron
el Cid casas y heredades en Valencia les ha dado.
La bondad de Mío Cid ya la van ellos probando.
Y los que después vinieron también reciben buen pago.
También se percibe la admiración hacia el Cid en muchas de las expresiones que se usan para hablar de él, como "Campeador", es decir, guerrero victorioso; o "bienhadado", que indica que es una persona afortunada. A lo largo de todo el 'Cantar del Mío Cid' estas fórmulas de admiración se repetirán varias veces. Por ejemplo, es habitual referirse al Cid como "el que en buena hora nació", celebrando su existencia; "el que en buena hora ciñó espada", que se congratula de su naturaleza guerrera; o "el de la barba vellida", indicando el honor que posee. A estas expresiones que describen la grandeza del Cid se las llama epítetos épicos.
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