Aunque el mundo y la historia recuerden a Miguel de Cervantes por su brillante El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, esta novela no es la única aportación del genial autor madrileño a la literatura de nuestro país. De hecho, merced a su genio, cultivó (con más o menos fortuna) todos los géneros literarios hasta que, finalmente, la narrativa le dio la fama que tanto ansiaba.
Precisamente fue en la narrativa donde Cervantes dio sus primeros pasos como escritor, publicando en 1585 La Galatea, su primera novela de tipo pastoril. Como recordaréis por lo estudiado el trimestre anterior, la novela pastoril contaba las desventuras amorosas de unos pastores cultos e idealizados en una naturaleza idílica. Es decir, sus motivos eran idénticos a los de la égloga lírica. Por tanto, aunque estaban escritas en prosa, mezclaban esta forma de escritura con fragmentos en verso, un estilo que, como podéis comprobar en el siguiente vídeo, imitó el propio Cervantes en La Galatea:
En esta novela pastoril, dividida en seis libros, Cervantes narraba cómo Elicio, un pastor culto, se disputaba los amores de una hermosa pastora llamada Galatea con otro pastor, de nombre Erastro. Todos ellos se hallaban en una naturaleza ideal, pero ya con ciertos toques de realismo. A fin de cuentas, la acción se ubicaba a orillas del Tajo, no en un paraíso idealizado e inventado por el autor.
Más tarde, a su regreso a España, su mayor sueño (como ya se os contó en esta entrada) fue convertirse en dramaturgo, es decir, en autor de obras de teatro. Lamentablemente, jamás tuvo suerte en este sentido: ni sus tragedias de corte clásico (El cerco de Numancia) ni sus comedias (Los baños de Argel) llegaron a estrenarse, pues su estilo no era del gusto del público de la época. Tan solo pudo vender algunos de sus entremeses, piezas cómicas breves, al estilo de su admirado Lope de Rueda, en las que se criticaban vicios y defectos de la sociedad. Destaca, en este sentido, El retablo de las maravillas, obra en la que Cervantes satirizaba la obsesión del pueblo por ser de origen puro (esto es, no tener sangre judía o musulmana, y ser hijo de padres legítimos):
Tampoco gozó de éxito como poeta, escribiendo varias estrofas de inspiración italiana, en las que imitaba el estilo de Garcilaso de la Vega y sus églogas; algunos romances que llegó a incorporar en sus Novelas ejemplares o El Quijote; y un par de poemas extensos, como el Canto de Calíope y el Viaje del Parnaso, donde ya introduce uno de los temas principales de El Quijote, a saber, la metaliteratura (al usar poemas para hablar de la propia poesía y las obras de otros poetas).
No obstante, y como ya se comentó al principio de esta entrada, fue la narrativa la que realmente acogió a Cervantes y le concedió gloria y fortuna. Así, una vez publicada la primera parte de El Quijote (y hasta su muerte en 1616), el escritor madrileño vivió su etapa más prolífica como escritor, publicando en este período no solo la segunda mitad de su magnífica y popular obra maestra. sino otras obras también dignas de mención. En este sentido, sobresalen sus Novelas ejemplares, una colección de doce relatos cortos que vio la luz en 1613 y en la que imitaba el estilo de la narrativa italiana renacentista (Bocaccio), el Lazarillo de Tormes... Escritas completamente en prosa, estas novelas se desarrollaban en el mundo real (a diferencia de las novelas de caballería) y tenían una intención moralizante. Es decir, querían servir de ejemplo de conducta para el público, mostrando formas de ser y vivir perjudiciales. Entre las Novelas ejemplares más populares hay que resaltar a Rinconete y Cortadillo, El licenciado Vidriera, El coloquio de los perros, La gitanilla...
De estos años tampoco podemos olvidarnos de Los trabajos de Persiles y Segismunda, publicada de forma póstuma (esto es, después de morir) en 1617. En esta obra cultivó el subgénero de la novela bizantina, la cual, como recordaréis, narra las aventuras y desventuras que han de vivir dos amantes para reencontrarse y casarse. En este caso en particular, Cervantes se centraba en los príncipes Persiles y Segismunda, quienes, fingiendo ser hermanos, viajan por incontables territorios reales e imaginarios para contraer matrimonio en Roma. Sin embargo, no lo tendrán nada fácil: enredos amorosos, pruebas de toda índole, obstáculos, separaciones... Todo ello medirá el amor que sienten el uno por el otro, el cual, por supuesto, triunfará al final en la capital italiana.
Aun así, ni que decir tiene que nada de esto se puede comparar a El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cumbre única de la literatura universal que estudiaremos mañana en este blog.
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