domingo, 20 de marzo de 2016

Miguel de Cervantes: su vida

Este año se celebra el 400 aniversario de la muerte del escritor más grande que ha dado nuestro país:
 

Es imposible entender el castellano sin Miguel de Cervantes, impulsor definitivo de nuestra lengua y, sobre todo, de la novela como subgénero literario moderno, así como creador de uno de los personajes más icónicos de toda la historia: Don Quijote de la Mancha. Como habéis visto en el vídeo, su principal obra, titulada El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, es la segunda más traducida de la historia de la Humanidad, tan solo por detrás de la Biblia; sirvió de modelo a grandes novelistas como Charles Dickens, Dostoievski o Stendhal; e inspiró a artistas de la talla de Richard Strauss, Picasso u Orson Welles para crear pinturas, piezas musicales, óperas, ballets, películas... Hasta en China llegaron a filmar su propia versión no hace demasiado:



Pero, ¿quién fue realmente Miguel de Cervantes? Era el cuarto hijo de un cirujano llamado Rodrigo, por lo que su familia no tenía una mala posición social. Nació en 1547 en Alcalá de Henarés (Madrid), en una casa que hoy día alberga su museo. No obstante, no echó muchas raíces en la localidad madrileña, pues su familia se movió casi por todo el territorio español, viviendo en Valladolid, Madrid, Córdoba o Sevilla. Su padre llegó a sufrir encarcelamiento por un tema de deudas, y tan solo su condición de hidalgo le libró de morir preso. Aquel episodio marcó profundamente a Miguel de Cervantes, al igual que sus visitas al teatro, quedando fascinado con los pasos de Lope de Rueda. 

Ya joven, decidió partir (quizá huyendo de la justicia por culpa de un duelo) hacia Italia en busca de fortuna y gloria. En Roma entró a trabajar como ayudante de cámara del cardenal Acquaviva, pero pronto abandonó su oficio para enrolarse en el ejército, formando parte de la Liga Santa que se enfrentó al Imperio Otomano en la famosa batalla de Lepanto:



Brilló en esta batalla Cervantes, mostrándose como un soldado feroz y valiente, capaz de pelear incluso enfermo de malaria. Lamentablemente, en Lepanto recibió una profunda herida en la mano izquierda, la cual le quedó inútil para el resto de sus días (de ahí que se le llame 'El manco de Lepanto'). Sin embargo, una vez restablecido de sus molestias, volvió a combatir a los turcos tanto en Grecia como en Túnez.


Terminado su servicio militar, en 1575 quiso regresar a España, pero su barco fue interceptado por una flotilla turca, siendo, en consecuencia, hecho prisionero y llevado a Argel. Allí permaneció cinco años encerrado en los baños de la ciudad, de donde intentó fugarse hasta en cuatro ocasiones. Y aunque sus planes nunca funcionaron, eso jamás le supuso consecuencias graves. A fin de cuentas, los turcos pensaban que era alguien importante, habiendo pedido por él, de hecho, un rescate de 500 escudos de oro.

En cuanto su familia abonó esta elevada suma, Cervantes pudo al fin regresar a España. En su país, lamentablemente, la suerte siguió sin sonreírle: tras fracasar en su empeño de obtener un cargo en el Estado o las Indias, partió hacia Sevilla, donde trabajó como comisario real de abastos. El clero andaluz, descontento con su trabajo, logró excomulgarlo, primero, y luego encerrarlo injustamente en la cárcel de Sevilla hasta en dos ocasiones. Huelga decir que, una vez salió de ella la segunda vez, dejó su puesto para regresar a Madrid.

Ya por entonces Cervantes soñaba con ser un dramaturgo reconocido, es decir, deseaba escribir obras de teatro que encandilaran al público. Por desgracia, jamás tuvo éxito: en vida apenas vendió un par de sus entremeses (como El retablo de las maravillas), dado que su estilo no terminaba de encajar con los gustos de la época, más cercanos a las propuestas de Lope de Vega. En ese instante, comienza a rondar por su cabeza una idea: la de escribir una historia de un viejo hidalgo que, enloquecido por las novelas de caballería, partiría en un viaje por la Mancha actual como Don Quijote, caballero andante.

Se supone que fue en una de sus estancias en la cárcel de Sevilla cuando ideó a Don Quijote, terminándolo de escribir en 1604 en Valladolid y publicándolo en Madrid en 1605. Ni el mismísimo Cervantes se esperaba el enorme éxito que tuvo: se vendieron cientos de copias en poco tiempo, siendo el libro inmediatamente traducido y exportado a varios países europeos. Eso animó a Cervantes a escribir una segunda parte, cuya redacción aceleró tras publicar un tal Avellaneda una secuela de su novela. En ella, Avellaneda no solo desdibujaba por completo a Don Quijote y Sancho Panza, sino que, además, cargaba abiertamente contra Cervantes. Es por ello que el escritor madrileño se apresuró en preparar su versión, en la que, para evitar futuros malos usos de su historia, "mató" a Don Quijote. Ni que decir tiene que Avellaneda no salió bien parado en esa segunda mitad del Quijote.

En sus últimos años de vida, alentado por su éxito, no paró de escribir. De esta forma, junto a la segunda parte del Quijote (1615), dio a luz a sus Novelas ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso (1614), Los trabajos de Persiles y Segismunda... Y le faltó tiempo para darnos más muestras de su genio, pues nos abandonó un 23 de abril de 1616. Se dice que otro gran genio, el inglés William Shakespeare, falleció también ese día, por lo que actualmente cada 23 de abril se celebra en todo el mundo el Día del Libro en homenaje a ellos dos. Así de importante es Miguel de Cervantes, un genio sin igual, el autor de una obra única y excepcional.

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