martes, 22 de marzo de 2016

Miguel de Cervantes: El Quijote

 

Así comienza una de las mejores novelas de todos los tiempos: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, la obra cumbre de Miguel de Cervantes. Dividida en dos partes (publicadas en 1605 y 1615, respectivamente), esta novela narra las desventuras de Alonso Quijano, un hidalgo que, como habéis podido ver, enloquece debido a los libros de caballería. Sin embargo, su fantasía no se contenta con leer las hazañas de Tirante el Blanco o Amadís de Gaula: él mismo desea, finalmente, convertirse en caballero andante.

Vestido con una vieja armadura, y a lomos de un delgado rocín al que llama Rocinante, don Quijote de la Mancha parte en busca de aventuras. Y, tras ser "armado" caballero en una venta, encuentra la primera ocasión de probarse a sí mismo: 

 

 

En esta escena, visteis en clase cómo es en realidad don Quijote de la Mancha. Frente a una injusticia, no la ignora ni pasa de largo, como haría la mayoría. Al contrario: se esfuerza por esclarecer la verdad del asunto (que el hombre no pagaba al muchacho por su trabajo desde hacía tiempo) y obliga al culpable a hacer lo que sea justo. En otras palabras, don Quijote posee un elevado sentido de la justicia (lo que acarreará serios problemas en el futuro), así como del honor. Esto último se percibe en que cree ciegamente al hombre cuando jura, por las leyes de la caballería, que hará lo correcto.

Don Quijote confía en su palabra, por un lado, porque es demasiado ingenuo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en su mente, el caballero de la triste figura no es capaz de entender que la gente no actúe de forma honorable, ni incumpla sus promesas. A fin de cuentas, en las novelas de caballería, todos actúan según el código ético de los caballeros andantes, es decir, son respetuosos, sinceros, honrados... ¿Por qué iba a ser diferente en su mundo? Lamentablemente, como descubrirá el pastorcillo (y el mismo don Quijote) en sus carnes, la realidad es bien distinta. El hombre no solo falta a su palabra y no paga al muchacho lo que le debe, sino que, encima, lo azota por haber aceptado la ayuda de don Quijote. Nos encontramos, pues, ante una sociedad mezquina, cruel y traidora, que no entiende ni de honor, ni de justicia.

Aconsejado por el dueño de la venta, don Quijote vuelve, con todo, a casa para recoger camisas y dinero, así como para hacerse con los servicios de un escudero que lo asista. De esta forma, don Quijote vuelve a emprender su camino con su compañero de armas, un labrador llamado Sancho Panza. Este le acompaña ante la promesa de que don Quijote le hará gobernador de una ínsula, si bien pronto se dará cuenta de que su nuevo amo no es precisamente lo que parece a simple vista (minuto 2:20):



Esta escena es, sin lugar a dudas, la más emblemática de esta novela. En ella, se pueden apreciar, por una parte, ciertos rasgos de las diferentes personalidades del Quijote y Sancho, siendo el caballero un loco, un desquiciado; mientras que Sancho es mucho más realista y sensato que su amo. La crítica a los libros de caballería, por otro lado, también se hace presente en este fragmento. No en vano, la imagen es ridícula y humorística: un anciano disfrazado de caballero; unos gigantes que no existen; un escudero que, en vez de ser noble, es un campesino... Así quería burlarse Cervantes de unas novelas que consideraba de muy poca calidad y a las que cuestiona en muchas otras partes de la historia, como en esta otra:



A pesar de lo evidentemente trastornado que está don Quijote, Sancho Panza no se burla de él, como hace casi todo el mundo. Tampoco se aprovecha del pobre loco, ni lo maltrata. Justo al contrario: se mantiene fielmente al lado de su señor, al que ayuda en todo momento. La lealtad y la bondad de Sancho Panza se hacen patentes en todos los episodios de El Quijote, como queda claro en el crucial encuentro contra los galeotes:



Aunque Sancho, en su sensatez, intenta disuadirlo de que intervenga, don Quijote no se puede quedar quieto al ver lo que les ha ocurrido a esos presos. Creyendo que dicen la verdad (recordad que el Quijote piensa que el mundo es honrado como él), el caballero se enfrenta a la Santa Hermandad y libera a los presos, pues considera que es posible que ellos hayan sido condenados injustamente. Asimismo, su destino era ir a galeras, esto es, a remar hasta la muerte en los barcos del rey; y, para don Quijote (y Cervantes), no era justo que un hombre muriera porque la sociedad no le hubiese permitido ganarse el pan de otra manera que no fuera robando o estafando -como, por ejemplo, le pasó al insigne Lázaro de Tormes-.


Por supuesto, a día de hoy, es impensable considerar que la justicia se equivoque o actúe de mala fe. Sin embargo, en aquella época, la justicia era muy relativa (recordad lo que le sucedió en Sevilla al propio Cervantes), sobre todo en una sociedad corrupta y muerta de hambre, en la que ser ladrón era un oficio más (y no un crimen en sí) y los veredictos podían comprarse con mucha facilidad si tenías dinero e influencias. En su elevado sentido de la justicia y el honor, y considerando que la libertad es un don divino para el hombre, don Quijote se pone del lado del débil, del pobre, del desvalido... Pagando, por desgracia, las consecuencias de su "heroica" actuación. Y es que el mundo pronto le demostrará su elevado nivel de corrupción y villanía. desarmando y apalizando los galeotes a su libertador y al propio Sancho. El idealismo del Quijote se topa de bruces con la cruel realidad, lo que le lleva a replantearse su aventura.

En consecuencia de esto, don Quijote parte a Sierra Morena para hacer penitencia. La Santa Hermandad lo acaba encontrando, llevándoselo a casa apalizado, trastornado y enjaulado. Para colmo, los de su propia aldea, al verlo llegar así, no paran de burlarse del pobre anciano, en vez de mostrar por él misericordia o piedad (o tan siquiera ayudarlo). Así acaba la primera parte de El Quijote.

En 1615 Miguel de Cervantes publicó una segunda parte que ya tenía en mente, pero cuya escritura aceleró tras ver la ridícula secuela que escribió López de Avellaneda (tal como os conté en esta entrada). De hecho, Cervantes hace que don Quijote sea famoso en esa continuación, asegurando que las peripecias reales y auténticas del caballero de la triste figura fueron popularizadas por toda Castilla por un tal Cide Hamete Benengeli. Eso provoca que, cuando Sancho y él partan en busca de nuevas aventuras, todo el mundo los reconozca, e incluso quieran participar de las locas andanzas de don Quijote, haciéndose pasar por caballeros, brujos... Esto traerá consigo la quijotización progresiva de Sancho, es decir, que Sancho empezará a compartir la ilusión de su amo.

Dicha quijotización se verá reforzada, más tarde, por unos duques que acogerán en su castillo a don Quijote y Sancho, al que convertirán, finalmente, en gobernador de una ínsula. Todo, por supuesto, lo harán en tono de broma, para burlarse de ambos. Sin embargo, y para su sorpresa, rápidamente Sancho Panza dará muestras de su sentido de la justicia y del honor, adquiridos por medio de sus viajes con don Quijote:

 

 

En este episodio (y otros más), Sancho se destapa como un buen gobernador, justo, honorable... Aunque siga hablando de manera sencilla, como haría un labrador (a diferencia de don Quijote, que habla de un modo más recargado, culto e incluso anticuado, como lo hacen los caballeros), su forma de actuar es cada vez más la de los idealizados caballeros andantes que tanto admira don Quijote. Con él volverá a partir, recorriendo media España hasta que se topan con el caballero de la Blanca Luna. Este es, en realidad, el bachiller Sansón Carrasco disfrazado, quien, a petición de la familia y amigos de don Quijote, desea llevarlo de vuelta a casa. Para ello, le propone el siguiente reto:



Esta derrota hundirá definitivamente a don Quijote, quien, al contrario que su amigo Sancho, padecerá un proceso de sanchificación, esto es, de aceptar la cruda realidad y abandonar sus ínfulas de caballero andante. Lamentablemente, esto matará su espíritu luchador, lo que le acarreará, al final, la muerte:



Y todos le lloran, porque, con su muerte, se va un poco de esa locura que hace al mundo mejor. Y es que, a fin de cuentas, lo único que perseguía don Quijote, en sus vanas ilusiones de grandeza y heroismo, era que la sociedad en la que vivía fuese menos cruel y más justa. Frente a una España perdida y desesperada, él, un loco, era el único que peleaba por acabar con todo eso y lograr que el futuro fuera más brillante y el presente, menos ruin y miserable. Con todo, su espíritu no muere del todo, puesto que aquellos que lo acompañan en su lecho de muerte, en especial Sancho, han aprendido de él todas las grandes virtudes que encarna (su idealismo, su honor) y se convierten en los legítimos herederos de su cruzada.

En esencia, de esto va El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, pudiendo resumir sus principales rasgos en estos puntos:

1) El tema básico es la crítica a los libros de caballería, cuyas historias considera Cervantes "fingidas y disparatadas".

2) Su protagonista es don Quijote, quien, aunque físicamente no encarna las virtudes de un caballero andante, sí muestra un elevado sentido del honor y la justicia.

3) Su escudero, Sancho Panza, es realista y sensato, a diferencia de su amo. Eso sí, siempre se mantendrá fielmente a su lado. A su vez, también es un buen hombre, que tratará de forma educada y piadosa a todos.

4) Sus diferentes personalidades se distinguen especialmente cuando hablan: frente al lenguaje más culto y artificioso de don Quijote, propio de las novelas de caballería, Sancho habla de manera sencilla, con muchos refranes.

5) En distintos capítulos se trata en profundidad la metaliteratura; es decir, se aprovecha una creación literaria para hablar, criticar y comentar otras obras o autores. 

6) El idealismo de don Quijote siempre se topará con la cruel realidad. En ocasiones, será por culpa de su locura; pero en otras muchas, será la mezquindad de la sociedad la que lleve a la desgracia al caballero de la triste figura.

7) Hay una profunda crítica a la sociedad española de la época, que en nada responde a los parámetros de honor y justicia que defiende don Quijote.

8) La libertad es otro valor fundamental que defienden Quijote y Sancho: el hombre ha nacido libre y ese don divino no se puede arrebatar, ni por la ley ni por lo que se considere cuerdo o normal.

9) A medida que avanza la novela, Sancho empieza a compartir aspectos de la personalidad de don Quijote, mientras que este, finalmente, abraza el realismo de su fiel escudero. Esto se conoce como la quijotización de Sancho y la sanchificación de don Quijote, respectivamente.

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