domingo, 21 de febrero de 2016

3º ESO: El Lazarillo de Tormes

Cuando un español piensa en el siglo XVI y nuestro país, la primera imagen que se nos viene a la cabeza es esta:


En este cuadro de Tiziano aparece representado el emperador Carlos I de España y V de Alemania, señor de Castilla, Aragón, América, Holanda, Nápoles, Bélgica... Es decir, uno de los monarcas más poderosos de la historia, cuyo imperio se asentó, precisamente, en el oro que los conquistadores españoles trajeron de América; y su poderío militar, basado en los temibles Tercios españoles. Carlos I da una imagen muy similar a los caballeros de las novelas de caballería, a saber, valiente, fuerte, decidido, justo... Esto es, la imagen de un caballero perfecto. Y, con él, la de una España honorable, poderosa, indomable.

Sin embargo, la realidad de nuestro país era muy distinta, más próxima a esto:


Como veis, este niño va mal vestido y tiene una apariencia realmente pobre. Queda claro al ver que no tiene zapatos y sus pies están algo deformes y sucios. Este menor, asimismo, no da la sensación de ser un héroe valiente, fuerte y decidido, ¿verdad que no? Más bien tiene pinta de pillo, de buscavidas... De pícaro. ¿Os acordáis de su definición en esta entrada? Se trataba de un antihéroe, esto es, de alguien que busca sobrevivir del modo que sea, sin importar lo que cueste. Un pícaro engañará, estafará o robará para no pasar necesidad, aunque eso pueda perjudicar a otras personas. Por supuesto, no es un niño inocente como los de hoy: a base de malas experiencias ha aprendido a salir adelante y ha madurado antes de lo normal. De otro modo, habría muerto.

España era (y es) famosa por su picaresca, es decir, por su 'arte' para sobrevivir a base de engaños (e incluso salir bien parado a pesar de ello). Así era la sociedad española de esta época y de esa forma quedaba reflejada en un nuevo género novelístico que aparece en el siglo XVI, llamado novela picaresca. Ya vimos sus características en la entrada anterior, pero, por si acaso, vamos a recordarlas:

1) El pícaro es el antihéroe que encarna el deshonor y su vida es completamente opuesta a la del caballero; frecuentemente practica la mendicidad, siendo un golfillo dispuesto a todo por dinero (roba, engaña…) ya que desea ascender de clase, algo que nunca consigue. Suele pasar hambre y sobrevive gracias a su ingenio en un mundo hostil y cruel, siempre en soledad. 

2) Siempre son autobiográficas ordenadas por los servicios prestados a diferentes amos. El pícaro nos cuenta su paso de la niñez a la madurez, y en todas ellas hay un punto de vista único sobre la realidad: la del pícaro.

3) Estas obras se escriben a modo de carta dirigida a alguien importante. Esto se conoce como género epistolar.

4) A diferencia de las anteriores, su tono es completamente realista,mostrando la verdadera imagen miserable de la sociedad española de la época. 

5) El humor se utiliza como recurso para mostrar situaciones moralizantes y ejemplificantes.

Dentro de este género, hay una obra que brilla con luz propia: El Lazarillo de Tormes. De autor anónimo y publicada en 1554, esta novela narra las desventuras de Lázaro de Tormes, quien cuenta, en una carta a una autoridad (a la que llama 'Vuesa Merced'), su vida desde su infancia:



Ya niño, como habéis comprobado, la mala suerte se ceba con Lázaro. Su padre fallece, dejándolo a solas con su madre, quien sobrevive con su hijo como puede. Al quedarse embarazada de otro hombre (en un auténtico escándalo para la época, pues se trataba de una persona de raza negra) y seguir pasando penurias, la madre de Lázaro no tiene más remedio que ponerlo al servicio de un ciego que se dedica a intercambiar limosnas por rezos (desde el minuto 3:06 hasta el 6:26):



Como habéis visto, el ciego, de casto e inocente, no tenía nada. Al contrario, era un truhan, cruel y despiadado, quien, nada más hacerse con los servicios de Lázaro, le empieza a enseñar cómo es la vida de la única manera que sabe: a palos. Esta lección, con todo, no será la última que aprenda del ciego:



Es evidente la inocencia de Lázaro, al lado del ciego, no podía durar mucho; y el chiquillo, pícaro en ciernes, intenta siempre poner a prueba a su amo, quien, cuando lo pilla, no para de darle palos (a partir del 6:27 hasta el final):



Habiéndose finalmente deshecho del ciego en esa primera trastada que le sale bien, Lázaro continúa con su vida. Más tarde, encuentra a un clérigo, poniéndose a su servicio. El religioso promulga el ayuno y la mesura en los placeres de la vida, matando, con esa excusa, de hambre al pobre Lázaro. No obstante, el clérigo bien que se obsequia con suntuosos banquetes siempre que puede. A su vez, delante de todo el mundo parece tratar bien a Lázaro; pero, a la hora de la verdad, es un viejo avaro, que se porta mal con él en todo momento.

Escondiendo su comida en un arcón bajo llave, Lázaro idea entonces un plan (ya está completamente despabilado): se hace con una copia de dicha llave y, cuando el cura se duerme, él saquea sin piedad su despensa. El clérigo piensa entonces que son unos animales los que le roban la comida, sin sospechar nada de Lázaro, quien sigue comiendo gracias a su llave. Finalmente, sucede lo siguiente (a partir del minuto 14):



Y así pierde a su segundo amo. Luego servirá a un escudero, un hidalgo que, a pesar de que se muere de hambre, va vestido con ropas caras, dando apariencia de hombre de provecho y buena posición. Lázaro (que siente simpatía por el escudero, pues lo trata muy bien) se convierte entonces en un pícaro de pleno derecho para lograr que ni su amo ni él pasen hambre. Y, tras finalizar su etapa con el hidalgo, Lázaro servirá a otros hombres, como un monje que, en vez de llevar una vida piadosa (como debería corresponderle por su oficio), se dedica a comer bien y a enriquecerse; un bulero (persona que se dedicaba profesionalmente a recaudar bulas, limosnas para los pobres), que utiliza su trabajo para estafar a la gente; un capellán; y un alguacil. Cada estancia con un amo está narrada en un tratado diferente, por lo que la obra goza de siete tratados.

Ya adulto, la fortuna por fin sonríe a Lázaro. Bajo el auspicio de un arcipreste, el pícaro se dedica al oficio de pregonero, con el que no solo gana un buen sueldo, sino, además, una casa y una esposa (una de sus criadas), cortesía del propio arcipreste. Aun así, no es oro todo lo que reluce: el religioso lo ha hecho así para acallar los rumores que circulan en torno a la mujer de Lázaro y él; un objetivo que, para su desgracia, no consigue, pues la gente sigue cotilleando sobre ellos dos. Para colmo, el pueblo entero se burla de Lázaro, quien es tildado de cornudo.

De todos modos, a Lázaro le importan bien poco esos rumores, y así se lo hace saber a 'Vuesa Merced', la autoridad a la que escribía esta historia. Después de tantas penurias, y sabiendo la pobreza y miseria que hay en el mundo, Lázaro ha conseguido prosperar. Tiene dinero, comida, mujer y casa, mucho más de lo que la mayoría posee. Y, tal como ha aprendido con sus amos, las apariencias de poco valen, pues de ellas no se vive. Solo haciendo lo que se deba (como soportar una infidelidad para ganarse el favor de un arcipreste) puedes salir adelante. El honor y la moral poco importan; solo cuenta una cosa: sobrevivir.

Poco tiene que ver esta historia con la de Amadís de Gaula o las novelas moriscas, ¿cierto? Aquí el honor, la moral y la justicia no tienen cabida alguna. Hasta el mismo Lázaro se siente orgulloso de todo lo que ha hecho, puesto que eso le ha permitido sobrevivir. No ha ayudado a nadie en su camino, tan solo a sí mismo. Es por ello que Lázaro no es un héroe, como Amadís, Tirante, Zífar o cualquier otro protagonista de novela. Es un antihéroe, un hombre dispuesto a todo con tal de no desfallecer de hambre y frío. Como podéis apreciar, su personalidad es notablemente compleja, como también lo son las del ciego, el clérigo... Los personajes, a diferencia de otros relatos, no son planos, sino llenos de matices y capaces de evolucionar, como le sucede a Lázaro, que pasa de niño inocentón a un pícaro hecho y derecho. Este desarrollo de personajes, junto a su realismo, es lo que convierte a El Lazarillo de Tormes en la antecesora de la novela moderna que hoy día conocemos.

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