martes, 20 de febrero de 2018

4º ESO: Generación del 98 (y III): El teatro

Cuando el siglo XIX llegaba a su fin, el nombre propio de los teatros españoles era el de Jacinto Benavente. Sus comedias burguesas, más realistas y menos melodramáticas que las obras de José Echegaray, cautivaron rápidamente a un público ávido de piezas divertidas, que le hicieran olvidar los problemas políticos y económicos de España. Con ese fin, en estos años repuntó también en nuestro país un subgénero musical que fue muy del gusto de la burguesía y las clases acomodadas, a saber, la zarzuela, estrenándose títulos tan insignes como La verbena de la Paloma.

El entretenimiento era, en definitiva, el único objetivo del teatro. De ahí que, en esta época (sobre todo tras el 'Desastre' del 98), se multiplicase en los escenarios la oferta de obras cómicas. De esta forma, además de las entretenidas piezas de Jacinto Benavente, también hubo cabida en estos años para el teatro cómico popular, cuyos principales exponentes fueron Carlos Arniches y, sobre todo, los hermanos Álvarez Quintero. Los sevillanos ofrecieron al público sus sainetes, obras breves en las que se parodiaban, con evidente sentido del humor, situaciones reales, con personajes que hablaban con el dialecto típico de su región:
 

El éxito económico de estas comedias fue indiscutible. De hecho, la fama de Jacinto Benavente fue tal que se le concedió el premio Nobel de Literatura, siendo el segundo español que lo lograba (anteriormente, el ya citado Echegaray lo había ganado). Aun así, estas obras apostaban por patrones clásicos, argumentos típicos y personajes estereotipados. En Europa ya hacía mucho que la escena teatral estaba cambiando y apostando por nuevas tendencias; y en España, por su parte, se sentía una acuciante necesidad de renovar el género dramático, tanto a nivel estructural y narrativo como argumental. El modernista Francisco Villaespesa y los hermanos Machado, por ejemplo, se atrevieron con un teatro lírico, escrito en verso y, en el caso de los Machado, de marcado ambiente andaluz (La Lola se va a los puertos). Sin embargo, la tarea de reformar completamente el teatro nacional recayó en otro de los nombres más ilustres de la Generación del 98. Nos referimos a Ramón María del Valle-Inclán:



Ya oímos hablar, si recordáis, de este excéntrico gallego en la entrada de narrativa. Autor de las Sonatas, en sus inicios apostaba decididamente por el Modernismo en sus obras, como queda patente tanto en esta tetralogía de novelas como en sus primeras piezas teatrales: El yermo de las almas, El marqués de Bradomín (protagonista de las Sonatas), Cuento de abril... Íntimo amigo y discípulo de Rubén Darío, la influencia del nicaragüense se dejaba sentir incluso en su producción lírica, donde destacó Aromas de leyenda. Versos en loor a un santo ermitaño.

Ahora bien, el 'Desastre' del 98 y la situación de España hicieron que Valle-Inclán acabase abandonando la estética modernista para innovar y experimentar. Para empezar, en su trilogía llamada Comedias bárbaras, realizó un retrato brutal de la Galicia rural, mostrando toda la miseria, la irracionalidad, la avaricia, la violencia y la muerte que la caracterizaban. Estas obras constituirán su ciclo mítico, al que sucederá su ciclo de la farsa, una colección de comedias que mezclan lo sentimental con lo grotesco y en la que se burlará de la burguesía y la monarquía (en especial de la reina Isabel II, a la que detestaba profundamente). A esta tercera etapa de su carrera corresponden títulos como La marquesa Rosalinda o la Farsa de la reina castiza.

En esas farsas ya se empezaba a vislumbrar la principal innovación que la mente de Valle-Inclán iba gestando: el esperpento. ¿Y en qué consiste?


Mediante el esperpento, Valle-Inclán ofrecía una visión grotesca y deformada de la realidad. De esta forma, realzaba de ella todo lo horrible, lo monstruoso que tuviera para, de esa forma, obligar al público a recapacitar sobre los profundos problemas de la sociedad española de su tiempo. El esperpento resultaba, por tanto, divertido, pues las ridículas escenas que escribía Valle-Inclán desataban la risa de los espectadores; pero, por otro lado, reflexivo: a fin de cuentas, cuando ves que la realidad es así de horrorosa, cuando descubres que tu mundo es tan deforme como el que esa obra te está mostrando, sientes la imperiosa necesidad de rechazarlo y, finalmente, cambiarlo.

La trilogía Martes de carnaval es una de las composiciones más destacadas del dramaturgo gallego. No obstante, es otra pieza la que se convirtió en la punta de lanza del esperpento y, por ende, en la obra maestra de Valle-Inclán. Se trata de Luces de bohemia:



El protagonista de esta obra es Max Estrella, un poeta ciego venido a menos que malvive en el Madrid de principios del siglo XX con su mujer y su hija. Una noche sale a dar una vuelta con Don Latino de Híspalis, un bohemio canalla que se dedica a "vender mala literatura"; y en su paseo se toparán con toda clase de ambientes sórdidos y personajes pintorescos, cada uno de los cuales simbolizará todos los males que asolan a España: la corrupción, la falta de solidaridad, la estrecha moral, el analfabetismo, la pobreza, la brutalidad policial, la ausencia de derechos fundamentales o de democracia... Max Estrella se horrorizará al ver lo cruel e inhumana que llega a ser la sociedad madrileña de su tiempo e intentará, sin éxito, rebelarse contra ella, de un modo u otro.

Todas las experiencias que vivirán Max y Don Latino esa noche por las calles de Madrid permiten a Valle-Inclán hablar de España, el arte y el sentido de una vida humana que es cruel, absurda e injusta; una idea que quedará bien patente en el mismo final de la obra. A fin de cuentas, Max Estrella, que es un hombre que trata con bondad a las personas y se indigna ante las injusticias, sufre un desenlace desdichado; por el contrario, Don Latino, que se aprovecha de los demás y muestra un absoluto desdén por la gente, disfrutará de un final feliz. Sin duda, se trata de una auténtica broma pesada, que te deja con mal sabor de boca y, en consecuencia, con la necesidad de luchar contra ese aciago destino que hace que los hombres buenos fracasen y los malos triunfen.

Si bien Luces de bohemia es una obra algo complicada para vosotros, deberíais darle una oportunidad en algún momento de vuestra vida. Se trata de un drama que os conmoverá y os hará pensar sobre lo injusto que es nuestro mundo. Si tenéis curiosidad, ahí arriba os dejo la obra íntegra. ¡Disfrutadla!

No hay comentarios: