martes, 7 de junio de 2022

3º ESO: El Barroco

A finales del siglo XVI, España era la indiscutible primera potencia económica y militar del planeta. Sin embargo, en nuestro país empezaban a surgir síntomas de crisis y decadencia, los cuales acabaron por instalarse a lo largo del siglo XVII. Debido a la pésima gestión de los validos de los reyes españoles (duque de Lerma, conde-duque de Olivares), España fue poco a poco perdiendo relevancia frente a las pujantes Francia e Inglaterra; el gasto generado por las guerras de religión (especialmente la de los Treinta Años) en Europa agotaban las arcas españolas; el hambre y la miseria se asentaban en la Península Ibérica; hubo revueltas en Cataluña, Portugal, Nápoles o Aragón...

Irónicamente, este período tan nefasto a nivel económico fue realmente espléndido en el campo de las artes. No hay que olvidar que, en estos años, aparecieron pintores de la talla de Diego de Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo o Francisco de Zurbarán; escultores tan insignes como Juan Martínez Montañés; y, por supuesto, grandísimos escritores. De hecho, en el plano literario España vivió su "Siglo de Oro", al disponer en narrativa de Miguel de Cervantes y El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, así como de otras novelas de interés (El Lazarillo de Tormes, El Buscón); en teatro, dramaturgos tan ilustres como Lope de Vega o Calderón de la Barca; y, en la lírica, dos autores que marcaron cómo sería la poesía española hasta casi el siglo XX, a saber, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.

Ambos poetas se convirtieron en los estandartes del nuevo movimiento literario que surgió en nuestro país: el Barroco. Con todo, este no se dio solo en literatura, sino en todas las artes, especialmente en la arquitectura, llevándose al extremo los cánones renacentistas con una decoración muy recargada. El objetivo era simple: buscar la belleza más absoluta (y, de paso, demostrar el estatus y la supuesta riqueza de España y sus clases dirigentes). Por eso resulta muy sencillo reconocer un edificio barroco: cuanta más decoración tenga, mejor. Esa forma de concebir el arte se trasladó a la literatura y, de esa forma, surgieron poemas como este:

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.

Como podéis observar, en comparación con el Renacimiento, el estilo es mucho más complejo. Para empezar, el lenguaje que se emplea es más culto, con palabras como "albor", "iris", "grana" o "sepulcro". Asimismo, la expresión es más enrevesada, utilizándose un recurso literario que permite otorgar belleza, pero dificulta la comprensión lectora, a saber, el hipérbaton. Este consiste en desmontar el orden lógico con el que se estructura una oración. Así, por ejemplo, en vez de decir "Las rosas madrugaron a florecer", que sería la forma normal de expresarlo, el poeta apuesta por el hipérbaton y escribe: "A florecer las rosas madrugaron". Algo parecido se ve en "Tales los hombres sus fortunas vieron", que, en condiciones normales, se diría: "Los hombres tales vieron sus fortunas".

Otro recurso literario
que se emplea con asiduidad, tanto en el poema como en todo el Barroco, y que hace que el texto sea difícil de entender son las metáforas. Estas consisten en asociar un concepto real con otro imaginario que se le parece. Por ejemplo, "en un botón hallaron" no significa que se encontraron realmente en un botón, sino que la distancia entre la cuna (nacer) y el sepulcro (morir) es muy pequeña, como un botón. Otra metáfora estaría entre "el albor de la mañana", que habla de la juventud (la primera etapa de la vida), y la "noche fría", que evoca a la muerte (fría, oscura, el final del día -la vida-)...

Como se puede apreciar, la obsesión del Barroco con la muerte era absoluta. Se rompía así con el espíritu renacentista, que era optimista y lleno de vida. El contexto de decadencia, crisis económica y debacle del imperio llevó a los poetas barrocos a ser profundamente pesimistas con el futuro y la vida. Es por ello que recuperaban temas propios de Jorge Manrique y sus Coplas a la muerte de su padre, como el memento mori ("Recuerda que morirás"), el tempus fugit ("El tiempo pasa rápido"), la falta de valor de las cosas materiales, etc. También se hablaba del pésimo estado del país con un sentido crítico. Eso sí, se mantenían del Renacimiento los mitos grecolatinos, aunque con ese enfoque triste, desesperado y pesimista propio de esta época; así como el empleo del soneto como estrofa principal.


En esta tesitura escribieron dos de los más grandes poetas de nuestro país, los ya mencionados Góngora y Quevedo. Eso sí, ambos se diferenciaron mucho el uno del otro en su estilo, ya que cada uno defendía un estilo de lírica completamente opuesto al de su enemigo. Sí, enemigo. Y es que ambos se llevaban a matar y se dedicaban poemas en los que se burlaban el uno del otro, insinuando, mediante juegos de palabras, hipérboles y metáforas complejas, los más graves insultos. Fruto de ese odio mutuo nacieron poemas como A una nariz, de Quevedo:


O A don Francisco de Quevedo, de Góngora:

 

Tanta enemistad los llevaba, evidentemente, a escribir poemas de formas distintas y eso dio pie a la aparición de los dos grandes estilos líricos del Barroco:

* El conceptismo, promovido por Quevedo, se centraba en el concepto, la idea. Para Quevedo, el objetivo de la lírica era el de expresar el mayor número de ideas con el menor número de palabras posible. Para ello, se valía de metáforas, dobles sentidos, juegos de palabras... Eso, por supuesto, hacía que el poema fuera un reto intelectual para el lector, que debía descifrar esos recursos literarios para captar todo el mensaje que se quería transmitir. Eso sí, no se descuidaba el uso de un lenguaje culto y muy trabajado. En esa línea escribió sus poemas burlescos, como los que le dedicaba a Góngora, pero, sobre todo, amorosos:


Y filosóficos, como el escaso sentido de la vida:


* El culteranismo, impulsado por Góngora, rechazaba por completo la transmisión de ideas. Su lírica no era concebida como una argumentación sobre la vida o el amor. Por el contrario, su única obsesión era la creación de belleza con las palabras. La lírica era entendida casi como la pintura o la escultura, un arte plástico que debía fascinar al lector. Con ese fin, Góngora utilizaba un lenguaje sonoro y extremadamente culto, metáforas complejas, muchos hipérbatos... Eso, por supuesto, hacía que sus poemas fueran muy difíciles de comprender, como sucede con dos de sus mejores obras, a saber, Soledades:


O la Fábula de Polifemo y Galatea:


Eso sí, también gustaba de poemas más satíricos, como los que le dedicaba a Quevedo, o a otros asuntos, como a la propia vida:

 

RESUMEN DE LA ENTRADA

* El Barroco es el movimiento literario principal del Siglo de Oro español.

* Mantiene del Renacimiento el empleo del soneto como estrofa principal y los temas mitológicos.

* Expresa un profundo pesimismo sobre la vida y el futuro.

* Se obsesiona con temas como la muerte, la fugacidad del tiempo...

* Se emplea un lenguaje muy culto, difícil de comprender.

* Los recursos literarios más habituales son el hipérbaton y la metáfora.

* Dos son las grandes corrientes líricas del Barroco: el conceptismo de Francisco de Quevedo y el culteranismo de Luis de Góngora.

* El conceptismo defiende la expresión de ideas y conceptos en los poemas, usándose para eso el ingenio: juegos de palabras, dobles sentidos, metáforas...

* El culteranismo, por contra, expone que la lírica ha de buscar la belleza a toda costa y renuncia a la expresión de ideas frente al empleo de un lenguaje extremadamente culto, el hipérbaton, etc.

* A Quevedo se le deben numerosos sonetos, tanto burlescos como amorosos y filosóficos (sentido de la vida y la muerte).

* A Góngora, por su parte, le debemos letrillas y poemas satíricos, además de Soledades y la Fábula de Polifemo y Galatea.

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