Si bien los autores tratados en la entrada anterior son excepcionales, no cabe duda que no eran los mayores talentos de la Generación del 27. Ese honor le corresponde a tres talentos andaluces de los que vamos a hablar en las dos próximas entradas, a saber, Rafael Alberti, Luis Cernuda y, sobre todo, Federico García Lorca.
Rafael Alberti nació en El Puerto de Santa María (Cádiz), donde vivió una infancia despreocupada y muy feliz. El poeta siempre echaría de menos aquellos maravillosos años que vivió en su querido pueblo, el cual tuvo que abandonar con apenas 15 años para trasladarse a Madrid. Si bien allí pudo desplegar todo su talento como pintor, primero, y luego como poeta, Alberti siempre echó en falta el mar, y así lo reflejó en su primer poemario, Marinero en tierra, por el que recibió el Premio Nacional de Poesía en 1924:
El mar estará bien presente en su obra, convirtiéndose en un claro símbolo de todo lo que ha perdido el poeta en su vida: su niñez, su inocencia, su felicidad... Por consiguiente, el tono empleado por Alberti en sus escritos siempre será nostálgico y melancólico, fuertemente inspirado en su propia biografía y sus propias vivencias, las cuales no fueron nada sencillas. A fin de cuentas, Alberti, activista político y reconocido republicano y comunista (fue miembro del PCE durante la II República), debió huir, primero, de España, después de la victoria de Franco y el bando nacional en la Guerra Civil; y, después, de Europa ante la amenaza de la Alemania nazi. Estas experiencias lo marcaron profundamente, no solo por la pérdida total de su hogar (al que pensó que jamás regresaría), sino, sobre todo, por todos los horrores que tuvo que contemplar y el surgimiento imparable de un fascismo que mataba y torturaba a los que pensaban como él.
Su tono melancólico, por tanto, no solo no desaparece, sino que se reafirma en estas oscuras décadas de su vida:
La soledad, la angustia vital, el arrepentimiento por los errores cometidos... Muchos son los temas que toca Alberti en este poema, uno de los más famosos de su repertorio; y más son las interpretaciones que se han hecho del mismo: que simboliza la trayectoria sociopolítica de España, que habla de un desamor, etc. Lo que sí podemos apreciar claramente es una evolución en su producción poética, puesto que, aunque sigue apostando por el verso en arte menor (octosílabo) y los recursos típicos de la poesía popular (repeticiones, estribillo), se vislumbra un mayor simbolismo y un estilo más cercano a las Vanguardias, más complejo de entender. Esa transformación concluirá con su siguiente obra, Sobre los ángeles:
En esta obra, como podéis ver, Alberti abandona por completo el neopopularismo para centrarse en el Surrealismo y el verso libre. Los temas también cambian: las referencias autobiográficas desaparecen y son sustituidas por asuntos humanitarios. A fin de cuentas, el poeta gaditano muestra, con cierta desesperanza, su compasión por los pobres, los desplazados, los exiliados... Es decir, por aquellos que lo han perdido todo por culpa de la guerra y el odio, igual que él.
Alberti, con todo, tuvo más suerte que otros refugiados o exiliados. Vivió tranquilamente en Latinoamérica (en Chile fue acogido por el mismísimo Pablo Neruda) e Italia hasta que, en 1977, con la muerte de Franco, pudo por fin regresar a España. Fue uno de los pocos expatriados que logró volver a casa. Incluso fue elegido para el Congreso de los Diputados (dentro del PCE) y premiado con el Premio Cervantes, el más importante de las letras españolas. Sin embargo, para él su mayor logro fue volver a su hogar, al Puerto de Santa María, donde descansa en paz en su mar.
Menos fortuna tuvo Luis Cernuda. Alumno de Pedro Salinas en la Universidad de Sevilla y oyente en el homenaje a Góngora en el Ateneo en 1927, al poeta sevillano le marcó, a todos los niveles, su homosexualidad, por la que incluso se vio obligado a huir al exilio (además de por su apoyo a la II República) tras la victoria franquista. Sin embargo, Cernuda nunca ocultó su condición e incluso la plasmaba de forma muy velada en sus poemas, en los cuales el amor es el tema principal:
El amor en Cernuda es un sentimiento pasional absoluto, capaz de conseguir cualquier cosa. Por ejemplo, en este poema revela claramente que su amor sobrevivirá a la mismísima muerte (como en su día dijese Quevedo), e incluso al olvido, al sentimiento más opuesto que pueda existir frente al amor. Todo ello permite al poeta expresar lo que siente por su ser amado, unas emociones que, por desgracia, no podrán hacerse nunca realidad. Cernuda es consciente del tiempo en el que vive y sabe que su homosexualidad nunca será aceptada. Por tanto, jamás podrá amar con absoluta libertad a nadie. Esa frustración se traducirá en un tono melancólico que presidirá muchos de sus poemas:
En estos dos ejemplos también habéis podido vislumbrar otras características de Cernuda, como su erotismo (aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos//proclama ante los hombres la verdad ignorada); su desbordante sentimiento de soledad frente a un mundo que no lo comprende ni lo acepta; y, especialmente, su ansia de libertad. Cernuda deseaba la libertad por encima de todo y, al no hallarla en la sociedad, en el mundo de los hombres, se refugia en la naturaleza. Por ello, en sus poemas aparecen múltiples referencias a elementos naturales, como el mar, las nubes, el cielo, la noche... En estos puede, por fin, ser él mismo, puesto que el paisaje lo acepta como es y no califica sus sentimientos como algo erróneo.
En cuanto a su estilo, casi desde el principio Cernuda se decantó por el verso libre. El Surrealismo fue el movimiento que más influyó en él, si bien es cierto que lo empleó de una forma más atenuada. Es decir, sus poemas no llegan a ser tan herméticos ni tan complejos como los de Aleixandre u otros surrealistas. Valga como ejemplo esta elegía que le dedicó a Federico García Lorca:
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