viernes, 27 de octubre de 2017

4º ESO: La lírica en el Romanticismo

El siglo XIX fue una etapa de profundos cambios en toda Europa. Por un lado, la industralización se asentó en todos los países occidentales, creándose un nuevo modelo económico (el capitalista) y surgiendo una nueva clase social dominante: la burguesía. Esta sería la que, deseando más derechos y libertades, impulsaría las numerosas revoluciones de esta centuria, inspiradas en la Revolución Francesa de 1789 y los ideales que esta promovía. Estos movimientos sociales y políticos sentarían la base de los Estados modernos de Derecho que a día de hoy disfrutamos. Este siglo también vería el nacimiento de países como Italia o Alemania; el surgimiento del movimiento obrero para la defensa de la clase trabajadora; la aparición de importantísimos descubrimientos científicos, como el tren, el telégrafo, la iluminación eléctrica...

Una etapa tan convulsa como esta debía, cómo no, tener su propio movimiento artístico y literario; uno que rompiese con la formalidad y la rigidez propias de la Ilustración, y diera de nuevo alas a los creadores para componer, diseñar, pintar o esculpir a su antojo. Así, se abandonaría la utilidad del arte (como mecanismo de mejora de la sociedad) para apostar, gradualmente, por los sentimientos, el genio y la intuición del artista. Desaparecía, pues, la Ilustración para dar paso al Romanticismo.

¿Y en qué consistía el Romanticismo? Podéis comprobarlo vosotros mismos en estos dos vídeos:





Como podéis apreciar, nada tienen que ver estos textos con los de la Ilustración. Para empezar, en ellos predomina el verso, mientras que los ilustrados apostaban por la prosa. Con el Romanticismo la lírica vuelve, en consecuencia, a cobrar protagonismo, siendo también el verso empleado en la narración y el teatro (que se escribía exclusivamente en prosa en el siglo XVIII). Por otro lado, recordad que la Ilustración era profundamente realista y rechazaba por completo la magia, la fantasía y la superstición. Por el contrario, el Romanticismo, como se observa en el primer vídeo, no duda en recurrir a todos estos elementos sobrenaturales y los incorpora sin problemas en sus composiciones. De ahí que los ambientes sean mucho más tétricos que los de la Ilustración, como se ve en El cuervo.

¿Y por qué se dio de lado a la razón y al realismo? Debido al profundo rechazo que sentían los románticos por la sociedad, la cual los encorsetaba y obligaba a llevar una vida predefinida desde la cuna. El romántico, por consiguiente, solo deseaba huir de la realidad y, para ello, se valía de diferentes recursos. Uno de ellos era el citado uso de los elementos sobrenaturales; otro, ambientar historias y poemas en lugares lejanos (ya fuese geográfica o históricamente) y exóticos. La Canción del pirata, por ejemplo, está ambientada en el estrecho del Bósforo, en las costas de Turquía, un país misterioso y remoto para los españoles en aquella época.

A su vez, en este poema se puede apreciar otra herramienta romántica más, a saber, el empleo de personajes apasionados que viven fuera de la ley, como el pirata protagonista de esta pieza lírica. Eso sí, el romántico no los retratará como lo que son en realidad, sino desde una perspectiva idealizada. En otras palabras, en la Canción del pirata no se nos muestran los crímenes que los bucaneros cometían por doquier: se presenta a los piratas (y a los bandoleros, los hunos, los sinvergüenzas -como don Juan Tenorio-) como símbolos de la libertad, el mayor ideal que defendía el Romanticismo.

Una última manera de huir de la sociedad era olvidarse de ella y sus problemas. Lo único que importaba al escritor romántico eran sus propios sentimientos de pasión, angustia, desesperación, amor... Se produce, por tanto, una exaltación del yo, tan abandonado durante la Ilustración. Ese individualismo no solo condicionará los temas, sino también la propia ambientación de los escritos románticos. De esta forma, en todos ellos tendrá una fuerte presencia la naturaleza, la cual servirá de reflejo para esas mismas pasiones. De ahí que, por ejemplo, El Cuervo ocurra en una noche fría, tormentosa y lúgubre, lo que representa a la perfección cómo se sentía el protagonista (abatido por la muerte de su mujer). La Canción del pirata, por su parte, está ambientada en el mar, tan amplio que le da una total libertad al pirata para hacer lo que le dé la gana.

Todos estos valores y principios salpican los poemas del Romanticismo en Europa y, por supuesto, en España, donde se distinguió, al principio, una doble corriente enfrentada: una tradicional y conservadora, encabezada por José Zorrilla y Ángel Saavedra, el duque de Rivas; y una más crítica y liberal que se acabó imponiendo en nuestras fronteras, liderada por José de Espronceda. El extremeño fue uno de los mejores poetas del Romanticismo español, pues a él se deben obras tan excelentes como la ya mencionada Canción del pirata o el Canto a Teresa:


Si habéis escuchado con atención los dos poemas de Espronceda, habréis percibido claramente los rasgos del Romanticismo anteriormente expuestos (especialmente la exaltación del yo y los sentimientos). Del mismo modo, os habréis dado cuenta de que el lenguaje empleado por Espronceda (y los románticos en general) es un poco más complejo que el de la Ilustración, que era más directo y sencillo, siendo muy habituales los recursos literarios. Aun así, el estilo romántico no era tan difícil de entender como, por ejemplo, el de Góngora o Quevedo, por lo que se puede decir que se encontraba a medio camino entre lo ilustrado y lo barroco.

Tres obras pueden destacarse de la producción de Espronceda:

* El estudiante de Salamanca: poema narrativo que cuenta la historia de don Félix de Montemar, un seductor arrogante e irrespetuoso con la ley y con Dios (prototipo rebelde del Romanticismo). Este donjuán conquistará el corazón de doña Elvira para luego abandonarla, muriendo esta de amor. La tragedia perseguirá desde entonces a don Félix en una historia que mezclará la venganza y lo sobrenatural.

* El diablo mundo: obra lírico-filosófica en la que Espronceda defiende que el hombre nace como un ser inocente, condenado a sufrir por culpa de la sociedad y su maldad. Aquí se incluye el Canto a Teresa, una elegía dedicada a su gran amor, Teresa, con la que no pudo casarse por imposición del padre de ella.

* Canciones: poemas más breves protagonizados por personajes que encarnan el ideal de libertad y de rebeldía contra la sociedad: piratas, cosacos, verdugos, reos condenados a muerte... Aquí, evidentemente, se hallaría la Canción del pirata.

No obstante, no sería Espronceda el que más brillase en la lírica romántica, sino un autor posterior que, de hecho, pertenece a la última etapa de este movimiento, llamada Posromanticismo. Dicho poeta apostará por un estilo personal muy definido, abandonando el idealismo político y social anterior y centrándose en lo íntimo, en lo personal. Habida cuenta de su enorme influencia en la lírica española de los siglos XIX y XX, se trata, sin lugar a dudas, de uno de los mejores poetas en castellano que jamás haya existido. ¿Su nombre? Gustavo Adolfo Bécquer.

Nacido en Sevilla, Bécquer nació con una profunda inquietud artística y literaria que le llevó a trasladarse a Madrid para triunfar como escritor. La realidad fue muy distinta: malvivió en la capital (el periodismo y la bondad de su hermano y sus amigos lo salvaron de la indigencia) y jamás alcanzó la fama que tanto anhelaba. Ni siquiera fue capaz de conquistar el corazón de su gran amor, la cantante Julia Espín, siendo luego abandonado por Casta Esteban, con la que se había casado. Finalmente, acabó muriendo con apenas 34 años de tuberculosis, pidiendo en su lecho de muerte que se publicasen sus versos. "Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo", confesó el poeta antes de fallecer.

Y no se equivocó. Sus poemas fueron recopilados en un libro titulado Rimas y Leyendas en 1871, gozando de un notable éxito que trascendió las barreras del tiempo. En estos se apreciaba una lírica más sencilla y natural que la de Espronceda, que irradiaba intimismo por todas partes. A fin de cuentas, el amor y el desamor que sintió por Julia Espín son los temas principales de sus Rimas, en las que también reflexiona sobre la vida y la muerte y el Arte. Muy conocidas son estas dos rimas, que representan a la perfección el estilo de Bécquer:

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

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Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!


En ellas, además, se aprecia el gusto de Bécquer por los recursos de repetición (fijaos en las anáforas, los paralelismos y las repeticiones de palabras clave en los dos poemas), los versos de métrica variable (a veces todos medirán lo mismo; en otras ocasiones, no) y, sobre todo, la rima asonante, que solo se da en los versos pares (quedando libres los impares). Es decir, Bécquer apuesta por el estilo de la lírica popular, al contrario de lo que habían hecho los poetas (románticos y anteriores) hasta ese entonces. 

Tampoco podemos olvidarnos de otra autora posromántica muy importante: la gallega Rosalía de Castro. En sus poemas, tanto en castellano como en gallego, Rosalía de Castro manifiesta sus sentimientos de amor y su preocupación por temas de diversa índole (Dios, la sociedad) por medio del paisaje de su Galicia natal, que actúa como símbolo. Sus obras más destacadas fueron Cantares gallegos (1863), Follas novas (1880) y En las orillas del Sar (1884).

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